Hona hemen museora joan nahi baduzue gomendio batzuk, baliogarriak izatea espero dugu.
Algunos consejos por si queréis ir de visita a algún museo.
ARTE PARA NIÑOS: 10 reglas de oro para que nuestra visita a un museo sea un auténtico éxito
Recuerdo perfectamente la sensación que tenía de niña cada vez que me llevaban a un museo: aquello me abrumaba. No sabía a dónde mirar, había miles de cuadros. Había tantos que yo no veía nada, todos me parecían iguales pero no debían ser, porque alguien -un profesor, mis padres… todos opinaban- se había encargado de decirme que eran obras de arte,
que eran maravillosos y que tenían un valor incalculable, en especial
aquel que la gente venía en peregrinación a verlo desde todas las
ciudades del mundo.
Interior Museo del Prado
Yo no veía ninguno diferente, ni especial. El elegido por ellos -como me pasó cuando me enseñaron La Gioconda en mi primera visita a París… cómo nos íbamos a ir de París sin verlo–
era incluso el más pequeñito y encima no se veía nada porque estaba
rodeado de japoneses. Por supuesto, yo era una niña muy obediente. Por
si acaso no decía nada, asentía con la cabeza y en lo único que pensaba
era en lo cansada que estaba y en que me dolían los pies de recorrer
tantos pasillos.
La Gioconda, Leonardo da Vinci
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Pasados los años te das cuenta que el problema no era mío, mi sensación era absolutamente normal. Realmente
los que no sabían cómo acercar el arte a un niño eran ellos, aunque tuvieran la mejor de las intenciones. Para que no os pase a vosotros lo mismo, os dejo 10 consejos,
10 reglas básicas que deberíamos seguir todos los padres, profesores, abuelos… que queramos iniciar a nuestros niños en el maravilloso mundo del arte.
10 reglas de oro para que sus primeras visitas al museo sean una experiencia especial de la que disfruten y, sobre todo,
deseen repetir.
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- 1. Ir a un museo no es una obligación. Como bien dice Françoise Barbe-Gall en su libro Cómo hablar de arte a los niños
uno puede perfectamente visitar una ciudad, vivir incluso en ella, por
ejemplo en Madrid, y no ir al Museo del Prado. Esa vieja frase: no podemos irnos de esta ciudad sin visitar el museo
deberíamos desterrarla de nuestras cabezas. Podemos irnos de la ciudad
perfectamente, como yo me voy de todas las ciudades que visito sin ver
los estadios de fútbol. Si vamos al museo es porque queremos disfrutarlo.
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- 2. Elegir un buen momento. Si hemos decidido que queremos ir al museo elijamos un buen momento. La primera visita de nuestro niño al museo no debe asociarla a una tarde triste, lluviosa en
donde el museo se ha convertido en el plan alternativo a un
divertidísimo paseo en bicicleta. Elijamos una tarde estupenda, en la
que el niño y nosotros estemos descansados y seguro que lo disfrutaremos
mucho más.
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Francisco Goya:
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- 3. El Tiempo de las visita debe ser corto, adecuado a su edad. La concentración y esfuerzo -pensad
por un momento que no pueden correr, no pueden tocar, no deben hablar
alto… en un espacio que ellos ven como una pista de patinaje fantástica-
que pedimos a un niño en una visita a un museo es enorme. No
podemos exigir esto durante un periodo largo de tiempo. Si el niño es
pequeño, pongamos cuatro, cinco años -como siempre digo las edades son
orientativas, cada niño es un mundo con una evolución y proceso
madurativo individual y propio- conseguir esto durante cinco minutos es un esfuerzo enorme.
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- No
debemos alargar la estancia en el museo durante una hora, se va agobiar
y no va a ver nada y sobre todo no le va a gustar nada de lo que vea. El tiempo debe estar elegido en función de lo que él sea capaz de concentrarse y disfrutar.
Cinco minutos, pues perfecto. Es más, el tiempo medio máximo de un niño
ya preparado y dispuesto nunca debería exceder la media hora. Yo aquí
tengo un principio muy claro: mucho mejor que le quede la sensación de querer volver otro día.
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- 4. Ir a ver cuadros no es ir a ver escaparates. La pregunta que mucha gente me hace cuando le digo lo del tiempo: y entonces, en solo cinco minutos, ¿cuántos cuadros vemos? Pues muy pocos, probablemente en sus primeras visitas uno o dos. Esto es muy fácil de entender. Yo siempre me imagino a un niño, ante un cuadro del Bosco o de Bruegel el viejo. De primeras no va a ver nada, suceden tantas cosas que su capacidad de observación se va a nublar. Necesitará un tiempo, tal vez una ayuda por nuestra parte, una pregunta… para comenzar a ver que allí suceden cosas, que allí hay escondida una historia maravillosa que él puede desvelar.
Y comenzará a fijarse, a ver de verdad. Cuando has conseguido esto no
puedes cortar al niño, debes darle su tiempo, dejar que lo vea y cuando
él considere que ha acabado, si le apetece, puede ver otro cuadro. Pero
si piensa que ya ha visto suficiente mucho mejor nos vamos a meredar.
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Joan Miró: Bailarina II
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- 5. ¿Quién elige el cuadro que hay que ver? Pues si queremos que la cosa funcione deberían ser ellos. Decirle a un niño que tiene que ver ese cuadro porque es una gran obra de arte no creo que sea lo que más le atraiga. Probablemente sea mucho más interesante para él deambular por la sala y elegir la obra que quiere ver, la que más le ha seducido.
También es cierto que cuando son más mayores y están más habituados si
que podemos ir directamente a ver un cuadro. Nosotros muchas veces
elegimos un autor, Monet este verano, o un cuadro, ya os hable de una de nuestras visitas al Museo del Prado,
lo preparamos, le cuanto mil historias sobre él… y al final el premio
es verlo en directo. Pero esto es otra cosa. En una primera visita
seguro que funciona mejor si lo eligen ellos.
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- 6. Dejémosle hablar libremente, no le condicionemos desde el primer momento con nuestra opinión.
Si nos dedicamos a decirle de manera muy entusiasta al niño lo
maravilloso que es el cuadro que estamos viendo, lo que nos gusta, las
sensaciones que nos provoca… ¿Qué le queda a él? A veces es mejor moderar nuestro entusiasmo y dejarle espacio para que se exprese,
para que nos diga qué siente, qué es lo que le gusta o lo que no le
gusta… El niño se sentirá mucho más cómodo y menos cohibido si le
permitimos entrar en ese territorio personal que tanto placer nos
provoca desde su propio lenguaje.
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Henri Matisse: Parakeet and the Mermaid
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- 7. Expliquémosles las reglas. Lo
mismo que los niños cuando van al fútbol saben perfectamente que no
pueden bajar al césped y ponerse a jugar con el balón por mucho que les
apetezca, en un museo hay unas normas y para que la cosa funcione debemos contárselas y explicarles el por qué.
En un museo no se chilla, no se corre, no se come… y no se hace porque
molestas a la otra gente que está intentando disfrutar de ese cuadro
igual que molestarías si en el cine se te ocurre ponerte a chillar. No
pasa nada, podemos hablar bajito y contarnos todo lo que queramos. Aunque realmente lo que más les cuesta entender es por qué las obras de arte no se puedan tocar.
Esto es obvio que va en contra de la naturaleza del niño que de manera
instintiva va utilizar su sentido del tacto para disfrutar de las cosas.
Pero seguro que si le explicamos que no se puede tocar porque haces daño al cuadro, lo entiende perfectamente y
si no que se imagine qué le pasaría a su juguete preferido si fuese
tocado todos los días durante 200 o más años por 100 personas cada día.
Acabaría destrozado, pues esto es precisamente lo que pasaría con los
cuadros si nos los cuidamos.
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Marcel Duchamp: El gran vidrio.
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- 8. Utilizemos los planos, carteles, audioguías que nos brinda el museo. Obviamente
si son muy pequeños no, pero cuando ya empiezan a leer les fascina
descubrir por ellos mismos. Les fascina leer los títulos; ubicarse en la
sala y buscar ellos el cuadro; escuchar por la audioguía y realmente
hay algunos museos, no todos por desgracia, que tienen muy bien
trabajada esa parte didáctica. Les divierten cosas que nosotros jamás
nos hubiésemos imaginado. Mi hija durante un tiempo cogía el folleto
general del Museo del Prado y se dedicaba a tachar los cuadros que había visto y pedía volver al museo para poder completar su lista.
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- 9. Como ya me he puesto personal, voy a seguir de la misma manera. Lo mismo que el cine lo asociamos con palomitas en mi casa asociamos ir al museo con una tarde estupenda en la que después de nuestra cita con los cuadros hay visita obligada a la librería
-es un problema para el bolsillo pero sentimos una tracción fatal por
las librerías de los museos, nos lo llevaríamos todo a casa- y una cafetería estupenda en la que merendamos una deliciosa tarta. Un plan perfecto.
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Pieter Bruegel el viejo: Juego de niños
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- 10. Sentido común. Lo más
importante, como siempre en la vida, es sentido común. Si a nosotros
algo no nos gusta, se lo vamos a trasmitir. Si no nos apetece ir habrá
mil momentos para acercarles el arte, como decía al principio esto no es
una obligación, es un placer y ellos lo tienen que sentir así. De ahí
que debemos tener mucho cuidado con las «batallitas» que contamos sobre
nuestras primeras visitas a los museos. Si la experiencia fue buena,
fantástico, cuéntasela, si no casi mejor la omites, porque realmente le
vas a condicionar.
Espero que estas simples y obvias recetas
os sirvan para introducir y disfrutar con vuestros niños de todo lo que
este maravilloso mundo del arte les puede ofrecer.
Si os apetece seguir leyendo sobre el
tema, hay un libro muy claro y bien organizado en función de la edad de
los chavales, al que antes he hecho mención, que os puede seguir
ayudando. Lo firma Françoise Barbe-Gall y se titula Cómo hablar de arte a los niños.
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